viernes, agosto 21, 2020

LA PESADILLA DEL TIEMPO PASADO


Me levanté delirando en la pesadilla de tiempo pasado,
fue de madrugada, 
el silencio prematuro,
la oscuridad absorbiéndome.
A veces no quiero dormir
la ensoñación me tiene al filo de las horas,
no quiero asentir, 
es un gesto inmaduro que quedó atrás;
mis deseos son una mezcla de nulidad y sensatez.
Quiero volver a ser el mismo,
el mismo olvidado en alguna parte 
mientras avanzaba, caía y me perdía en pasillos de espera
y volvía para contar mi verdad
en una simple hoja de papel.

Se van extraviando emociones y alegrías sinceras.
Cómo decir que alguna vez tuve este amigo 
porque teníamos tantos temas en común
y ahora somos caras opuestas con el paso de los años.

Mi sabiduría es minúscula, 
quiero saber más pero estoy limitado en cualquier aspecto.
He visto que levantar la mano 
como acto de saber o de completar mejor una idea
es para sentirse avergonzado entre tantas miradas amenazantes;
al final sabemos tan poco 
y resolvemos chispazos de este mundo que dice renovarse
y termina siendo el mismo,
una gran mentira en todas sus dimensiones.

No nos entendemos,
la mente cerrada,
los mitos seduciendo a la masa cuando ésta lo requiere;
los tiempos se suceden en alegorías y supersticiones, 
en el fondo seguimos con la consigna tradicional,
ignorantes que se dejan deslumbrar por un ridículo ego.
 
No me siento bien, la verdad, 
las horas para mí son un apremio implícito de liberación.
Ser libre quiere decir
ironizar todo lo que no me resulte aceptable;
el orgullo se esconde
y cuando ve la ocasión,
sale para defender un castillo de naipes.

Malditos días los lunes,
apenas abro los ojos para renovarme una vez más
y pronto los estoy cerrando
un viernes por la noche,
cuando todo el mundo descansa,
agotado en una litera, 
en el colchón endurecido 
que al menos me deja desaparecer
después de trabajar como si mi vida entera se diluyera en tanto esfuerzo
y la tarea repetitiva anulara las últimas ilusiones;
solo me queda soñar en un soleado fin de semana,
en dudar y permitirme escapar imaginariamente 
en medio de ninguna parte…

Llego a casa y los quehaceres me devoran en vida,
quiero algo más, 
y no creo que la familia sea una vía de escape para sosegarme, 
solo es un caparazón para sentirse al amparo y aceptarse tal cual,
no se necesita ir más allá, 
no es posible competir y atreverse por donde nadie lo intentó,
fallar en el acto es como no perder algo que valga la pena
porque ya todo parece consumado
en el anhelado almuerzo del mediodía, 
en el televisor siempre encendido que ha crecido con nosotros,
padre, madre y el mejor amigo.

Intentos de locura, 
persecución hasta llegar a un lugar desconocido 
y reconocer rostros que nadie observó, 
que nadie más pudo tocar.
Seguir de esta manera, 
debajo de los sentidos incisivos, 
sin dejar rastro 
y con la indiferencia de reconocer 
con quien mantuviste un pasado. 

Alejarme, 
un lugar como yo aguarda mis comentarios críticos,
pero a mí no me restan signos de vida, 
las probabilidades de convertirme en un hombre de bien
decidido a explotar todas sus facultades
decae en el horizonte. 
El sol deja de brillar,
estoy corriendo en dirección del fin del mundo,
también me convierto en mitología de un tal anónimo.
Una sucesión de más líneas en abandono del alma,
una cuestión de salir y responder con más sensaciones de auxilio,
cuando las cosas no significan la misma forma
y creo sentir el afecto de alguien, 
quizá de ese dios abstracto que nadie puede ver 
y sintoniza en extraños momentos y delicados sentidos.

La pesadilla del tiempo pasado, 
algo que nunca podré olvidar, 
no quiero cerrar los ojos por puro cansancio
es mi vida un camino permanentemente consciente.
Si soy absurdo o no lo soy 
si me permito brazos caídos 
y templados órganos como ductos emocionales.
No requiero de más personas,
cada quien baila con su pañuelo,
trato de oírlo pero mi práctica cede a contradecir.
Las casas seguirán selladas,
tenemos tantas cosas en común,
este aire, ésta tierra, aquella pesadilla del tiempo pasado…
En la imaginación anterior, 
el timbre de la música que corre por una sola vía,
y me acostumbra el oído 
a escuchar sentimientos de otros, 
los que se complementan con los míos, 
me hacen vibrar de emoción,
ganas de sentir a través de alguien que no sea yo, 
recrear paisajes inspirados en un déjà vu
cosas dispersas alrededor, 
una ciudad que se convierte en tristeza o felicidad,
cuando finalmente el cielo se despeja y puedo enjuagarme el rostro,
mi sombra cesa de deambular,
dejo la serie de hechos breves
y vuelvo al camino espontáneo,
cuando las puertas por fin cerradas
me muestren el gran estruendo.

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