lunes, agosto 24, 2020

CUANDO EL TIEMPO ACABA


Todo empezó con la toalla de baño. Dormía placido entre las 8 y 11 de la noche, de súbito desperté por un extraño sonido fuera de mi habitación, abrí despacio la puerta, saque la cabeza, ni un solo ruido a lo largo del pasadizo del segundo piso, seguro fue algo que estaba soñando, sentí la necesidad de caminar hacia el baño, me eche agua en el rostro, cogí la toalla y me sequé como intentando quitarme cualquier despojo de sueño que aún me restaba, quizá friccioné con mucha intensidad que la toalla me mostró sangre y una materia desconocida. Levanté mi cara hacia el espejo, aún no veía nada en él porque no tenía ninguna lámpara prendida, buscaba el interruptor con ansiedad, cuando lo encontré, presioné con cuidado en on y no lo podía creer, se aceleró tanto mi corazón que en definitiva no era un sueño, era real, tenía ante mí una visión absurda, un rostro tan limpio y sin expresiones como es la espalda o cualquier segmento de la piel humana extendida sobre una cavidad, como si fuera plástico derretido y alisado al mismo tiempo para mejorar las imperfecciones que salen o ingresan del rostro. Sin ojos, sin boca, sin orificios nasales y con el cerebro agujereado por donde me salían centellas oscurecidas. Cómo podía verme entonces, no lo sé, solo sabía que era yo, no se puede hablar por otro, estando plenamente consciente de su existencia en el ahora, no podía tener temor de mí, más de lo que veía en ese momento. Yo un ser sobrenatural actuando de forma típica pero con un sentido auxiliar que podía palpar, oír, sentir y ver, el cual desde luego no podía reconocer en qué parte de mi cuerpo se encontraba. Me dejaba llevar por la percepción, por ser sombra difusa y no poder coger nada más que el trémulo, sentir escalofrío, tensión y pensamientos encadenados de recuerdos y perspectivas, calculando cada cosa, enumerando los pasos para salir o querer traspasar los muros, memorizar cada acción, experimentar con cuidado cada movimiento, mi lista de acciones e intenciones concatenadas a otras para vivir en la millonésima fracción o la macroscópica visión del universo, repudiando lo que soy ahora, asco por mi inmundicia para arrastrarme estando sensato, maldiciendo quizá lo que hice mal, por cuánto fui torpe o lo que me faltó por alcanzar una vida nueva, un cuerpo apropiado, una inteligencia promedio, mis facultades a prueba de cualquier adversidad o comodidad…

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