domingo, agosto 23, 2020

SABIDURÍA


La sabiduría es un tema diario.

Comienzo.

La puerta abierta genera dudas. Lo digo por quienes se fueron y no volverán. Al final se quedará uno solo.

Es simple, pedir soledad en pleno tiempo de desinterés.

El frío irrumpe más, los minutos sagrados que deambulo queriendo todo en un momento, me contienen a pesar de cualquier iniciativa.

No hay fuego y las revoluciones del sinsentido imperceptible culminaron con los muebles nuevos, con el televisor nuevo, con las zapatillas de marca y el teléfono smart.

Siendo sincero, la poesía ha quedado en mis prioridades cómo una nostalgia de carácter inmaduro e innecesario. 

Lloro con los instantes de cine clásico, ese que se reinventa cada cierto tiempo en formatos de gran definición y que me hacen retroceder más en el tiempo para revelarme el chispazo de sensaciones que me fueron negadas en todas las etapas de mi vida.

Lo demás, frívolo, insípido, en conjunto un imperio visual que me niego a obedecer, para comer alimento marginal sin digestión, que por el reflejo de conmociones y/o repugnancia, recuerdos mal habidos o disparates enésimos como manías autodestructivas, las impulso sin medir cautela hasta el océano de mierda. 

(Toda la crítica es bien entendida respecto a la tensión y espera del público, esa gran presión-peso multitudinario por el producto, hace de actores y producción un efecto fugaz de final y poco a nada, la espera en el vació porque la presión en el hombre es demoler la imaginación que se pretendía)

Me obligo a servir y a entender.

Me obligo a ceder por el asco del intercambio.

¡Entendamos!, quiero decir:
No escucho respuestas, solo imprudencia, cosas sórdidas que me descomponen pero que las contengo con censura en la boca, en los ojos, en la piel, en mis oídos y en un espacio anacrónico a veces supra-humano, supra-inhumano.

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