Soy consciente en lo
absoluto, por eso todo me pesa y me causa dolor, el desgarro se hace intenso a
cada momento y, la alegría en esas exigencias de voluntad es ilimitada de poder
humano.
Escapo porque
quiero creer, donde las causas sean anónimas, para alucinar de sentimientos
alternos, que siguen siendo básicos desde antes, para someterme a entendimientos
desinteresados, que la gente ha ido olvidando por recurrencia a esa materia iluminadora,
que todo lo desaparece.
Inspirarme por partes
distintas, para descubrir en las equivocaciones del vacío, que es completo y
uniforme. En las relaciones atropelladas en mi conciencia, que no escapan a
nada del mundo físico, puedo estar pensando en una naturaleza extensa, lejana,
ulterior y, desafinada en costumbres de otros horizontes, a la expectativa por
ser reconstruida desde sus ruinas, que son maleables y, conocer al mismo tiempo
en la velocidad que me dispersa, en la fatiga seductora de comodidades oníricas,
los múltiples errores explícitos, en el centro de este universo, en el eje de
esta conciencia, que no cesará mientras no cambie este razonamiento, que
acompaña mi delirio de sabiduría, a cuentagotas de ese manantial inagotable.
Un paso más es el
tropiezo con los enigmas causales, que antes habían estado recónditos, que se
sabían por la deducción, por intensificaciones que se meditaban sin tregua.
La modernidad pudo
partir de allí, de lo profundo y lo etéreo, del desprendimiento, de la
simplicidad, de la categoría enésima de los perfeccionistas nutridos del espacio.
Esa serie de todas las noches y de ese respiro de la frescura en los senderos del
umbral, cuando percibían colores vivos resaltando una sombra, que no es la que
vemos ahora. Bríos de sabiduría desbordante, colisionando con la mistificación oculta,
hoy la sentencia oportuna quieta cuando todavía no se han cerrado los ojos a
pesar del ritmo nocivo de proyecciones construidas para derrumbarnos, para
hacer de la persona el individuo doméstico, que ha completado su historia en un
momento fatal y en un momento finito.
La causalidad es la
consumación terminal de la energía expuesta en historias de varios siglos y, la
variación insustancial a la cual nos tiene acostumbrado todo ser que no
conocemos, pero de los que hemos creído alguna vez su existencia y de la que también hemos confiado enmienda íntima o salvación próxima.
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