Aquellos
días…
Todavía de madrugada, con la oscuridad como una espesa niebla alrededor de los objetos, los corredores y la intemperie. Decido levantarme a pesar de las pocas horas tendido en esa cama donde sueño absurdos y premoniciones, con el cuerpo aún fatigado del día anterior, del desvelo crónico imaginando seres y utopías en ese horario estelar de las cero horas de cualquier sistema controversial en la creación de todo lo posible.
Levantándome
como un goteo que empieza y no acabará ante un nuevo día que se abre en
tinieblas. Me pesa todo, la densidad me debilita, sin embargo un impulso de la voluntad
me hace enérgico en un instante.
Me
aseo, me cambio de inmediato, ya estoy listo, apago la última luz que quiso
atraparme, y bajo enseguida las gradas en una sucesión de efectos que me llenan
de convencimiento para mi bienestar futuro.
Cuidado,
soy suspicaz, no deseo incomodar el silencio, tomo lo necesario, estoy listo
ante el crudo invierno, la bicicleta empieza a andar, un momento después
verifico de reojo si todo está en orden, si ya he partido, y en efecto, estoy
nuevamente en carrera, soy el primero antes del amanecer y el último del rezago
negro.
Siento
aullidos, vehículos que parecen sin conductor, el frío gélido queriéndome hacer
volver y las luces de los postes guiándome el camino.
Llego
de la misma forma con alguna variantes de secuencia para diferenciar, todavía
puedo regresar a la cama y esperar la claridad del día en la comodidad, así
como cualquiera, pero no, abro las rejas y todo lo demás quedó atrás. A veces
cuando llego allí, ya veo una sombra girando y moviéndose a intervalos por el
circuito extenso, pero otra vez yo soy el único, como casi siempre. Dejo los
objetos, hago algunas flexiones, marco la distancia, obligo a mi mente al pleno
vacío, y comienzo a trotar, el ritmo va conmigo. Uno: a velocidad media con los
pensamientos todavía rondándome. Dos: salgo del circuito para ampliar el
recorrido, hago algo de aspaviento ─respiraciones mortales e inmortales─, improviso
a ciegas, el ritmo explícito continúa más influyente, comienzo a creer en mí, mis
emociones se alteran. Tres: estoy firme en ser libre, en vencer a
contracorriente, mis ojos solo ven el firmamento claroscuro, tengo calor, mi
imaginación ha vencido al frío. Cuatro: velocidad, agitación, un mundo posible,
juventud, fuerza y destreza, competitividad, no hay quien pueda ganarme, alargo
el paso, nivel superior, bajo, subo, abro el circuito a más, improviso para
presumir que no solo corro en vertical, mi cabeza lleva el ritmo, mi cabeza es
aleatoria y no me importa más que seguir y seguir a costa de todo. Cinco: velocidad,
beligerancia, imaginaciones frenéticas, calor y el sudor hasta en mis manos,
quiero olvidar y quiero ser otro, el de mi gran sueño. Seis: bajo el ritmo, la
velocidad es inercia, respiro, pero continuo en el sentido correcto, ya casi he
ganado. Siete: en mi mente solo hay despliegue y arremetida de secuencias, el
sonido se me ha metido en la piel, no tengo ningún dolor y el aire se expande,
deseo amnesia y revoluciones. Ocho: velocidad otra vez, línea del tiempo, vector,
dinámica sin complejos, fe, ya ganaste.
Es
un nuevo día, el principio de una larga jornada que acabará otra vez en la
oscuridad del fin.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario